11.05.1983
Miles de detenciones arbitrarias, personas torturadas, asesinadas, desaparecidas, exoneradas, relegadas y exiliadas eran el rastro que la dictadura civil-militar, a casi diez años de iniciada, iba dejando. A esta tragedia se sumaba una profunda crisis económica, que, agudizada por la aplicación del modelo neoliberal, fue dejando a millones de chilenas y chilenos en una situación de vulnerabilidad extrema.
El Plan Laboral impuesto en 1979, por el entonces ministro José Piñera, fragmentó a las organizaciones sindicales, debilitó la negociación colectiva y el derecho a huelga, que, sumado a la privatización de sectores clave como la educación, salud y sistema previsional, generó un creciente malestar y una contundente respuesta de parte de las y los chilenos, que masivamente adhirieron al llamado a huelga convocada por la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC). Este llamado fue seguido por otras y diversas organizaciones, como la Federación de Sindicatos del Petróleo, organizaciones sociales, poblacionales y estudiantiles, e incluso partidos políticos que habían sido ilegalizados.
Se llamó a la población a abstenerse de asistir al trabajo y, en caso de no ser posible, a llegar tarde, a no enviar a las niñas y niños a la escuela, a no realizar compras y a expresar su descontento tocando bocinas y cacerolas. Por la noche, la protesta popular se reunió alrededor de barricadas en varias ciudades.
Este paro nacional puso en evidencia la importancia del movimiento sindical, y representó un crucial momento en la resistencia contra el régimen. Marcó el inicio de un período de masivas protestas a nivel nacional, y marcaría también el inicio del fin de la dictadura civil-militar.